César Orquín Serra nació en la ciudad de València a mitad de la década de los años diez del siglo pasado. Una infancia de comodidad, fruto de su nacimiento, mitad de buena cuna, mitad del desamparo, le abrió los ojos sobre las injusticias de este mundo. Observador e inteligente como pocos, se enroló en la guerra en las Brigadas Internacionales, en el Batalló Lincoln, donde eran comunistas, cuando él se había afiliado tres años antes al sindicato anarquista de la CNT. La Guerra Civil fue una historia de derrotas, en plural. Perdió la guerra, pasó por los campos de refugiados franceses, lo apresaron los nazis y fue deportado al campo de concentración de Mauthausen. Y aquí es donde comienza su increíble proeza: fue jefe de un kommando de unos 400 prisioneros -el Kommando César-, y tan solo murieron 12 republicanos españoles en cuatro años. Se puede decir, sin lugar a dudas, que es el deportado más importante de los que pasaron por Mauthausen y el resto de campos de concentración. César era anarquista. Y los comunistas sembraron sobre él la infame calumnia de ser el responsable de la muerte de 100 marxistas republicanos. Y lo sentenciaron oficiosamente a muerte. Pero la inteligencia de César Orquín pudo con todo. Exiliado en la República Argentina, llevo una vida plena de éxitos y de metas cumplidas, tanto en el plano familiar como profesional. Hasta que 80 años después -con Orquín ya muerto-, se ha desvelado la verdadera historia de este excepcional protagonista.