lluvia sobre piedra, poética de la caída, gesta del desmoronamiento. La costumbre plural horadada por la palabra que no cesa en su procura de asir lo real, desmontarlo de aquello que se vuelve realidad. Desgastar los recuerdos estampa, revelar la negación, ir con el corazón lúcido en la lengua: lluvia sobre piedra, trazo sostenido ante el inminente (ya desatado) temporal, aun así, desentramar los hilos del fantasma (fantasía) que impide la visión. A tientas, palpar los vestigios, escombros, superficies, nuevos desprendimientos: lluvia sobre piedra, quieta piedra sustento de la repetición ¿qué pedido insiste? caída agua del cielo, aguardar la tormenta retrasarla así exuda el cuerpo poroso del poema, advertido del desastre, demorar la tormenta y dar cabida a la mínima fe que salve, diferir y percatar la indiferencia: lluvia sobre piedra, tierra desvencijada, poblada de grietas y sequedades, los versos profieren su polvareda y se saben al ras de un suelo yermo. En el descenso ¿todo cae por su propio peso? aunque se rasgan con fuerza las vestiduras, la mudanza atañe gravedad: lluvia sobre piedra enarca una lírica voz presa del ansia, del hueco, del deseo. Su voz pare cavidad entre paréntesis, contornea el vacío a la luz de un claroscuro.
Caro García Vautier
