¿Un poeta? Sí, muy
  grande, pero esa palabra abre demasiados kioscos. ¿Un pensador? Sí,
  fundamental, pero que ningún filósofo podría apreciar (y mucho menos el
  discurso universitario). ¿Un teólogo negativo? Es decir poco, ya que en él
  nada es ideal ni abstracto. 
    ¿Un especialista en mitos y rituales chamánicos? Su experiencia personal
  (especialmente en México) lo prueba. ¿Un drogado? Nunca dejó de necesitar del
  opio para atenuar sus padecimientos. ¿Un loco? Si decirlo tranquiliza. ¿Un
  profeta? Está en el centro de la barbarie del siglo XX, captando su energía
  oscura como nadie desde el fondo de los asilos de alienados (40.000 muertos
  en Francia durante la Ocupación, por hambre y electroshocks). Pero antes que
  nada: un ritmo, un choque, una pulsación, una voz, una profundidad afirmativa
  gráfica que ya no te abandonan una vez que te encontraste con ellos y los
  experimentaste de verdad.
    Philippe Sollers, 'San Artaud'