En este breve relato sobre el exilio y la nostalgia, Némirovsky  exhibe una vez más el don de aproximar sus personajes a los lectores y  de evocar situaciones como si la frontera entre lo real y lo imaginario no existiese. La anciana Tatiana Ivanovna ha dedicado toda su vida a servir a sus  señores, los Karin, a quienes ha visto nacer y crecer en la mansión de  Sujarevo, en las inmediaciones de Moscú. Cuando la familia se ve  obligada a huir por la Revolución de Octubre, la fiel criada termina por  reunirse con ellos en París, donde, a pesar de que los Karin han perdido  su posición social y su fortuna, continúa a su servicio en el modesto  apartamento en que residen. Supervivientes de un mundo perdido, los  Karin y su sirvienta necesitarán olvidar para salir adelante, pero la  vieja Tatiana nunca deja de soñar con su tierra natal, ni de sufrir para  adaptarse a la vida en un lugar donde las primeras nieves no llegan hasta pasado el otoño. Al igual que su admirado Chéjov, Irène Némirovsky tiene un talento  especial para observar y captar los detalles más reveladores de la  intimidad de sus personajes. El lector encontrará aquí el germen de la imponente Suite francesa, y llegará al final de esta breve novela  con la sensación de haber realizado un intenso viaje emocional.